Si después de 365 noches absueltas, lograste comprender que
el tiempo después de todo es incluso mejor remedio que la distancia, que las
palabras alcanzan el ritmo preciso de lo que son, que vivimos de recuerdos pero
empezamos a borrarlos por el miedo a sucumbir en la desolación de lo que no está
y se va perdiendo.
La última vez me dijiste que solo guardabas algunos
recuerdos, y aunque la fuerza de aquellos que te revolcaban de la mitad del estómago
para abajo las ganas no eran más de esos que te venían cuando cerrabas los ojos
y te ubicabas justo ahí en ese lugar al que yo de una u otra forma quería volver,
entonces ahora pregúntame de nuevo.
-¿Y qué va a pasar si nos hastiamos?
Eso mismo, el hastió.
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